Saliendo por los metales, me encontré con el maikel: ese hueon po', el bailarín que era negro.
En plena esquina veía él un engorroso aviso de casas en venta. Al verme se sacó sus lentes de brillantes y me dijo que buscaba un lugar donde vivir. Yo le indique que el barrio es lindo, pero no será de su gusto.
En plena esquina veía él un engorroso aviso de casas en venta. Al verme se sacó sus lentes de brillantes y me dijo que buscaba un lugar donde vivir. Yo le indique que el barrio es lindo, pero no será de su gusto.
-¿Por qué?, dijo.
-Es que no quedan niños, dije. (salvo los que te asaltan, pero ese es otro cuento).
-Es que no quedan niños, dije. (salvo los que te asaltan, pero ese es otro cuento).
-No quedan niños- repetí. Están crecidos todos. Aquellos que antes abarrotábamos el “gotita de gente”, “el sol y luna” o “el lobito feroz”; hoy abarrotamos “la marchela”, “las tres s” o “el aliro”.
Luego de un largo silencio. Me miró con desilusión. tomó sus maletas. hizo parar un taxi y subió caminando hacia atrás.
Luego de un largo silencio. Me miró con desilusión. tomó sus maletas. hizo parar un taxi y subió caminando hacia atrás.
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ResponderEliminarles dejo un cuentito que escribí el otro día, para que disfrutemos lo nuestro. saludos.
ResponderEliminarta lindo loco. además, me gustan esos cuentos donde el remate está en la última palabra a modo de chiste, eso funciona bien me hizo reir.
ResponderEliminarestá cuática tu reflexión, es verdad, los mismos cabros chicos que llenaban los jardines ahora llenan las botis.
se han fijado en la similitud entre la palabra botica y botillería. las dos son botis
ResponderEliminarEste es el que más me gusta...lo veo cuando me bajo de la 509, allá por Simón Bolivar.
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